sábado, 21 de septiembre de 2013

Las experiencias de Lucía

 Por suerte, a la hora de contar mis experiencias con la salud, tanto en la infancia como en la adolescencia no puedo enumerar grandes enfermedades o problemas, ni en el campo físico ni en el psicológico.
Los pocos problemas graves que tuve fueron ambos recién entrada la niñez, bueno en esa edad en la que muchos dudamos si nuestros pequeños siguen siendo bebés, o ya deberíamos considerar que han pasado a la siguiente etapa de sus vidas. 

La primera se debió a dos ingresos por convulsiones febriles  que, para desgracia de mi madre ambas  coincidieron a altas horas de madrugada y en días en los que mi padre estaba de turno de noche. Al final, resultaron ser comunes en bebés y niños muy pequeños debido a una falta de desarrollo del cerebro. Esta experiencia, podría ser de mi madre más que mía, ya que yo no me acuerdo en primera persona, pero mi madre recordándomela cada poco y con el miedo que pasa aun hoy en día cada vez que tengo fiebre, la ha hecho mía también.

La segunda se trató de una infección de orina que pasó a los riñones, por lo que estuve 10 días ingresada en el hospital, de esta si me acuerdo de ciertos detalles, como de la sonrisa de la enfermera que se encargaba de llevarnos la comida, de mi compañero de habitación con el que jugaba a los cochecitos y de la "sala de los juguetes" que había en nuestra planta.

Luego llegó la hora de ir al cole. De esta etapa recuerdo el, muy famoso en mi generación, flúor de fresa, la imagen del la profesora con una caja grande en las manos repartiendo esos botitos con líquido rojo a cada alumno, para que se enjuagaran con él y volvieran a escupir el líquido en el bote. También recuerdo "la vacuna", no sé muy bien por que pero un día nos vacunaron a todos los alumnos de 5 años en el colegio, la fila de niños esperando para recibir aquel pinchacito para nosotros era algo semejante al corredor de la muerte. Otro hecho destacable fue, ya en primaria, cuando a uno de mis compañeros le diagnosticaron tuberculosis, y nos tuvieron que hacer la prueba a todos; recuerdue todo perfectamente ese circulito pintado con boli en el brazo que todos mirábamos por si la mancha lo  sobrepasaba. En esta época, como al 90% de los niños, también me tocó sufrir los molestos picores de los granitos de la varicela.

En cuanto a la educación para la salud que he recibido, recuerdo alguna que otra campaña sobre la importancia de la higiene bucal, en la que cubríamos cuadernillos y recibíamos charlas. Adeamás de algunas clases sobre la importancia de una dieta equilibrada y de hacer ejercicio físico varias veces a la semana. 

Por lo demás, mi adolescencia y mi infancia se caracterizaron por los típicos resfriados, gripes, gastroenteritis, etc. propias de la edad.


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